23.5.06

Mirando hacia afuera

Padre, me detuve en la puerta de la casa del misionero y ahí estaba ella. Huyendo del frio, de pie, buscando la caricia de los brazos del sol. Su cabello recien teñido de rojo y sus ojos que parecen siempre sentir incredulidad. Hermosa y feliz. Creo que es la mejor combinación, Analilia y el bosque... pura belleza, Dios, gracias. Mirandola, así, se agolpan los pensamientos en mi cabeza, las sensaciones en mi pecho y en mis manos: gratitud, miedo, ansia, anhelo, esperanza, gratitud, fe. Buscan salir y me recorren y cosquillean y sonrien intentando que mi cuerpo estalle. Sonríe ella y todo comienza a tomar su lugar, los colores dejan de difuminarse y sé entonces que sus ojos encontraron los míos, que me mira parado bajo la sombra de esa casa en el bosque... y siente lo mismo que yo. Todo comienza a tener sentido. Gracias, Padre, gracias en el nombre de Cristo, nuestro vínculo y razón. Amén.


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